Primeramente, he de agradecer desde este púlpito (a la gállega) la invitación que me ha hecho Chimo, creador de este blog y amarrátegui oficial de los becarios, para participar como colaborador. Intentaré no defraudarle y, si no, le pagaré un paquete de Ositos.
El porqué de este artículo es sumamente sencillo. Desde que tengo uso de razón (futbolera, no de la otra), siempre he sentido una mezcla de aversión y vergüenza ajena por una estirpe de jugadores asaz patéticos, adalides del estorbo y poco dotados técnicamente. Me refiero a los delanteros-tronco, espigados todos y corpulentos algunos, pero igual de inútiles para el arte del balompié.
De hecho, parece que en los últimos años ha crecido la demanda de estos baloncestistas frustrados (en el colegio, el alto de la clase solía dedicarse al deporte de la canasta, algo más obvio que las ¿tácticas? de Clemente). Y no sólo son fichados, sino que además juegan... o tratan de hacerlo, amparados en el típico tópico de "la intención es lo que cuenta".
A esfuerzo no les gana nadie, eso sí, porque la filosofía de la ESO caló hondo en ellos. Vean al bigardo Crouch, por ejemplo, convocado por Inglaterra casi por decreto ley. O a Jan Koller, habitual de la selección checha y de la Bundesliga, si bien este gigantón atesoraba ciertas dosis de calidad.
La liga española se ha surtido bastante de estos mocetones, quizás por el complejo de bajito del español medio. Aún recuerdo a Carew (un noruego mulato, tal vez lo más destacado de su carrera) vagabundeando por Mestalla, sin saber bien qué era aquello redondo que se disputaban los otros veintiún jugadores. Pienso también, cómo no, en el portentosísimo -modo irónico activado- Maxi López, apodado "la Gallina" debido a que dicha ave le superaba en eficiencia, nivel y hasta carisma; si Laporta fichó a López y no a una gallina cualquiera fue, desde luego, por vender zamarras en Argentina y no en las granjas y corrales del mundo mundial.
Nuestro Producto Interior Bruto, asimismo, se encarga precisamente de proporcionar a este espécimen eso mismo, productos brutos. Aunque para los paladares exquisitos resulte tan aberrante como mezclar morcilla con caviar, un tronco como Arizmendi (que costó casi diez millones de euros, vaya negociazo de la industria maderera) es titular en el Valencia, ¡reconvertido en lateral derecho! No me olvido, por supuesto, de Canabal, capaz él solito de arrastrarse por diversos clubes de nuestra geografía, tan entrañable como torpón.
Hay quien asegura, en un arranque conciliador, que estos delanteros fijan a las defensas rivales, que tienen visión de juego -nos ha jodido, como para no tenerla desde las alturas- y que su fuerte es, de espaldas, habilitar a otros compañeros. Yo, en cambio, me rebelo contra esa opinión: esas mismas cualidades las poseen otros futbolistas larguiruchos que, encima, sí son goleadores y de técnica mucho más que aceptable, como Ibrahimovic, Van Nistelrooy, Zigic o Llorente.
En suma, los troncos son malillos, no sirven ni como percheros, da cosica observarlos deambular por el campo y, por todo ello, son más queridos por la afición adversaria que por la propia. Y eso, que quede claro, nunca es un buen síntoma.
viernes, 28 de marzo de 2008
Futbolistas traumáticos:Hoy, los troncos
Etiquetas: fútbol basura, futbolistas traumáticos
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1 comentario:
Mítico Manolo Canabal. Aquí en Málaga la verdad que no lo hizo mal (dentro de lo que cabe) e incluso le metió uno al Barça en el 5-1 que les hicimos en 2003 :D
Un saludo!
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